Por su gran simetría formal y su tratamiento armónico, esta obra mariana se sitúa en la nueva estética que va a iniciar la era del clasicismo. A partir de mediados del siglo xvnr, la modulación comienza a utilizarse más eficazmente como uno de los medios principales para conseguir la expresión musical. Los compositores innovadores de la época comienzan a alargar las áreas tonales, introduciéndonos más de lleno en una tonalidad dada, por lo que las modulaciones resultan, así, altamente expresivas por llamativas. A través de una armonía cromática, Carrasquedo modula con elegante facilidad y explora, a lo largo de los cinco movimientos de esta obra, las posibilidades de la tonalidad principal (Re menor).
Los movimientos impares están en compás binario en Re menor. En ellos existe una similitud en los motivos orquestales, aunque el tratamiento coral es cada vez diferente. Los movimientos segundo y cuarto están en compás ternario en Fa y Si bemol mayor respectivamente, las tonalidades mayores más estrechamente relacionadas con Re menor. Así, solamente con medios tonales y formales, consigue una obra de contrastes dentro de una forma redondeada, meta de los compositores de la Europa de aquel entonces, es decir, consigue la variedad dentro de una unidad.
Carrasquedo da también otros toques galantes a su obra, sin perder la sobriedad y profundidad características de la música sacra española. La figuración orquestal es frágil, ligera, rica en adornos, y posee contornos elegantes llenos de fina sensibilidad. Las melodías, basadas en el uso de la apoyatura, consiguen una expresividad característica de la Empfindsamkeit, un lirismo casi sentimental que invadía el lenguaje musical europeo de aquel tiempo en el continente, y que exigía un alto grado de matización por parte de los intérpretes.
Carrasquedo hace cantar al coro con este estilo moderno en los momentos más personales y tiernos (et spes nostra; vita dulcedo; Ad te clamamus; EtJesum) para sacarlo luego de este ambiente y volver a la profundidad expresiva de la polifonía, con su contrapunto imitativo y su resolución de disonancias en suspensión.
Precisamente por conservar aún elementos de la polifonía, esta obra es, por encima de todo, sobria y sólida, pero incluyendo a la vez lo mejor del estilo galante sin caer en la frivolidad, destino de tantas otras composiciones de la época. Así como Haydn y Mozart asimilaron lo galante dentro de su herencia germánica Carrasquedo lo hizo dentro de su herencia musical española, creando una obra sencilla y lírica, pero a la vez sobria y noble.